martes, 27 de marzo de 2012

GRACIAS MAYTE

He dejado pasar unos días para escribir de la forma menos apasionada posible lo que ha significado para mí este fin de semana. Tengo que reconocer que ha sido inútil, porque cada vez que recuerdo las horas que he disfrutado junto a Mayte Martín en su taller de flamenco, los vellos vuelven a erizarse, como si ella estuviera presente arrancando compases a su guitarra para agujerearnos el alma con certeros dardos de sentimiento y desgarrarnos los sentidos con su manera incomparable de hacer el cante.

Porque sabes Mayte:

Más allá de las “cositas”, como tu dirías, que nos has enseñado acerca de esa maravillosa forma de expresión artística que es el flamenco.

Más allá de aprender que, por encima de voces, de estilos, de palos, se alzó majestuosa Pastora Pavón,  La niña de los Peines, cantaora total, con inteligencia (no se puede ser artista  si no se es inteligente, nos dijiste) y una voz redonda para demostrar que podía con todo.

Mas allá de aprender acerca de voces lainas, de voces afillás, de melismas, métricas, palos, ritmos, tesituras y dinámicas.

Más allá de todo eso, aprendimos que un concierto es un viaje emocional en el que no se trata de vender un billete a los asistentes, si no de marcharse con ellos. Que hay cosas que sólo se pueden hacer con la verdad por delante y que si no salen del sentimiento, nunca llegaran al que escucha, aunque esté sentado a un metro.

Más allá de conceptos, aprendimos a sentir, a buscar en los rincones, a intentar encontrar porqué algo te toca cuando lo escuchas. Aprendimos que la magia viene de los detalles, que los silencios son momentos para escucharte el alma y que uno tiene que aprender a convertir ese vacío en algo positivamente sobrecogedor.

Y luego cogiste la guitarra, para hacernos levitar y que nos olvidáramos de el frío, que ya no existía porque nuestros corazones latían a tal velocidad que la sangre calentaba hasta el último rincón del cuerpo. Para apretarnos un poco más el alma y sacarnos el jugo que a todos nos brotó en forma de lágrimas cuando bordaste, por bulerías, “Compromiso”. Para demostrarnos cuanta verdad había en tus palabras cuando nos dijiste que para ti, el escenario era una oportunidad única de ser tú y darte a todos y cada uno de los espectadores. El sábado y el domingo, no estabas en un escenario, pero te diste a nosotros como si así fuera.

En el prólogo de mi última novela dije que tenías poesía en tu voz, que escucharte era un bálsamo para el alma y que esperaba en algún momento poder agradecerte personalmente los numerosos momentos de inspiración que me habías brindado.

Este fin de semana cumplí mi sueño pero, mucho más importante, descubrí que lo mejor de tí Mayte, siendo difícil, no está en tu música. Gracias otra vez.