jueves, 30 de diciembre de 2010

QUE YA…PASÓ… UNO MÁS


Eso decía Mecano (¡que buenos recuerdos!). Se va el año y, como siempre, parece un momento de reflexión. No ha sido un año bueno, en general, para los españoles. Nuestra situación económica es la más preocupante desde los inicios de la transición y, lo que es peor, el horizonte se percibe muy poco halagüeño, en especial porque nuestros políticos han demostrado sobradamente que su concepto de futuro se define como el periodo existente hasta la próxima convocatoria electoral, y eso les incapacita para actuar pensando en las siguientes generaciones.

Soy poco optimista sobre el futuro de este país. Salvo que seamos capaces de realizar una verdadera catarsis y asumir que tendremos que atravesar unos años difíciles, de sacrificios, de volver a poner en valor conceptos que desgraciadamente hoy parecen minimizados, no conseguiremos situarnos de nuevo en primera fila. Durante la última década, hemos permitido que el respeto a los demás, el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio y otros muchos temas, pasaran a un segundo plano a favor de un “buenismo” mal entendido, de una incapacidad de llamar a las cosas por su nombre, de anteponer la dictadura de las minorías a la lógica de la mayoría… Esto último aplicable, por desgracia, a todos los ámbitos: el político, el religioso, el sexual…

Pero lo peor, a mí entender, es que hemos claudicado en lo más importante: la educación, y una vez más lo hemos hecho poniendo por delante del interés general, la comodidad de unos pocos. Porque ha sido más fácil permitir a un alumno pasar de curso con tres o cuatro asignaturas que asumir que nuestro ratio de fracaso era mayor que el de nuestros vecinos; porque hemos conseguido tener diecisiete programas educativos diferentes, primando en cada uno de ellos distintos intereses muy en función del partido gobernante en cada comunidad; porque ha sido más cómodo pulverizar la autoridad de los profesores que admitir que, aunque no le guste a muchos, ésta debe existir y que la solución no es eliminarla, sino tener los mecanismos adecuados para que, si se ejerce mal, se puedan castigar los abusos.

Sin embargo, a pesar de todo, tengo toda la esperanza de que aunque sea difícil, podemos conseguirlo. Porque en este año que se nos va, hemos vivido el ejemplo de que cuando hay un objetivo común, cuando quien nos lidera hace bien su trabajo, con humildad, con sentido común y sabe anteponer el bien global a las glorias individuales, España es, pese a quien pese, sólo una y empuja con todas sus fuerzas. Es evidente que me estoy refiriendo a la consecución de la Copa del Mundo de Fútbol. Durante el mes de Julio no hubo fisuras en este país. Nuestra bandera lució a diestro y siniestro (nunca mejor dicho), porque todos la asumieron como suya olvidando alergias inexplicables, pero frecuentes. Es muy difícil entender para los más jóvenes lo que significa, para otros con más años, lo conseguido. Era un sueño inalcanzable, nuestra selección siempre había transitado con más pena que gloria por las grandes competiciones, parecía imposible alcanzar el éxito. Unas veces el mal juego, otras la escasa suerte y casi siempre lo mal que se hacían las cosas, nos deparaban perpetuamente el mismo resultado: fracaso. Con todo, en la Eurocopa de hace dos años algo pareció cambiar y en el Mundial de Sudáfrica, eclosionó. Un grupo de gente joven, procedente de las cuatro esquinas del mapa y con una ilusión y un talento descomunales, nos dieron a muchos una de las mayores alegrías de nuestra vida. Liderados, eso sí, por un señor que peinaba canas, que renunció a cualquier protagonismo y que, como contaba con toda la autoridad moral sobre esos jovenes, supo hacerlos entender que el bien común estaba por encima del de cualquiera de ellos como individuos.

Por eso tengo esperanza, porque creo que si conseguimos establecer objetivos comunes, compartidos por todos, los españoles somos capaces. Y porque, sobre todo, creo en nuestra juventud. No tengo más que mirar a mis hijos para hacerlo. El número de iniciativas sociales, de jóvenes que trabajan desinteresadamente por los demás, es más alto que nunca. Por otro lado, cada vez son más las voces de jóvenes que escucho pidiendo a gritos que les sirvamos de referencia, que los más mayores marquemos caminos nuevos que ellos puedan recorrer para desarrollarse, que nos ganemos y ejerzamos la autoridad moral que ellos necesitan. Es verdad que los malos gritan más, que hacen más ruido, pero no nos engañemos…son minoría. La juventud de España es sana moral y físicamente, se ha enriquecido con la aportación de muchos jóvenes llegados de otras culturas que, a diferencia de algunos, han sabido adaptarse a su nuevo entorno y forman parte de él. Está mejor formada que nunca y, eso es verdad, está desilusionada, pero no por su culpa.

Somos nosotros, sus mayores, los culpables y, por tanto, quienes tenemos la obligación de dar el golpe de timón necesario para que la que, probablemente, pudiera ser la generación más brillante de nuestra Historia no quede atrofiada, diluida y desperdiciada por nuestra insensatez.

Que lo consigamos es mi deseo para el año que viene. Y que a todos nos traiga paz, salud y felicidad.

Feliz 2.011

sábado, 11 de diciembre de 2010

¡BRAVO MARIO!


El pasado martes día siete, Mario Vargas Llosa, leyó en Estocolmo su discurso en la Academia Sueca. En él mientras realizaba, como anunciaba su título, un elogio de la literatura, efectuó también un repaso por su vida, por los diferentes lugares en los que había pasado algunos de sus años(con especial cariño a España) y por sus ideas y convicciones, que siempre ha sabido defender a pesar de las críticas recibidas por el "establishment" intelectual que, en general, soporta muy mal la falta de afiliación a sus directrices supuestamente progresistas.

Un discurso magistral en el que habló de la importancia de que los niños lean,(es la cosa más importante que me ha pasado en la vida, dijo sobre el momento en que aprendió a leer) de sus maestros, de los principios de una sociedad plural y la trascendencia de la literatura en la defensa de la libertad, de la importancia de la familia (la suya y en general) de como se puede ser ciudadano del mundo y, a la vez, patriota, de los peligros que nos acechan, en forma de fanatismos y nacionalismos, y de como hay que hacerles frente con convicción, coraje y literatura.

No puedo hacer más que recomendar su lectura (se puede conseguir sin dificultad en la web) porque, aparte de parecerme una pieza de perfecta construcción, en la que se puede disfrutar de un lenguaje culto pero fácil y elaborado pero directo, me parece "el discurso". Un ejemplo de como tratar los complejos entresijos humanos con trazos concretos y cercanos. Una demostración de como se puede hablar de la vida, de literatura, de política sin dejar de ser emocionante, cristalino y, sobre todo, profundamente humano, como demostró al reconocer en un amoroso homenaje a su esposa Patricia, que nada hubiera sido posible sin ella a su lado. Sus lágrimas de ese momento serán las de cualquiera que lo lea y que tenga un mínimo de sentimientos.

Y todo eso, para mayor disfrute, lo pudimos escuchar en español, la recia lengua de Castilla que los Andes dulcificaron. Lo dicho, una pieza para releer y gozar. Enhorabuena por el más que merecido premio al gran Mario y disfruten del discurso.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

DE LO CERCANO


A Antonio García Barbeito (con admiración)

Tu libro me llegó en septiembre a través de la mano fraterna, con una dedicatoria que ya me avisó que su lectura me iba a tocar en lo hondo, y me quise tomar tiempo para leerlo, quise saborearlo sorbo a sorbo, paladeando cada artículo y empapándome de la cercanía que anunciaba su título. No lo conseguí y lo apuré de un trago, con rapidez pero sin prisa. Por eso, unas semanas después de acabar fui releyendo, uno a uno, los artículos que habían conseguido apretarme las entrañas y dejar esa sensación de sequedad en la boca que provoca la envidia, en este caso totalmente insana, causada por mi evidente incapacidad de reflejar las cosas sobre el papel de esa manera.

Así me pasó con “Frío”, me pasó con “Luto de cal”, me pasó con “La última tarde” (¡joder Cangui, que verdad más grande la del tren!, que verdad más grande que, queramos o no, el tren siempre avanza y la última estación cada día está más cerca, joder Cangui,¡joder!), me pasó con “Primavera sin flores”. Me pasó con “Lo que hemos perdido”, me pasó con “Niño sin tren”, con “Quizá la belleza” y con “Siempre ella”, me pasó con tantos... Con su lectura aprendí a oler la verdad (otra vez joder, Cangui), aprendí que no vale sólo querer, que hay que decirlo..., aprendí porqué, a veces, duele la lluvía...

Pero lo más importante para mí, es haberme dado cuenta que, aunque no soy de tu tribu, Antonio, tenemos en común estar empadronados en los sentimientos. Porque yo pienso que hay valores que son eternos y sólidos por mucho que ultimamente se empeñen en relativizarlos y que la familia, los amigos, la fe y la palabra dada no son asuntos de debate; que nada encierra más poesía que una verónica de Curro Romero (o de Morante); que puedes tener una novia oculta en la Capilla de los Marineros (tú) o en San Gil (yo); y que, a pesar de todo y de todos, el amor sigue siendo la única fuerza imparable del universo... Y con la lectura de “De lo cercano” he querido entender que, en todo eso, sí somos habitantes de un mismo poblado y ello me hace tener la ilusión de que la cercanía y la amistad dejen de ser, algun día, una esperanza para convertirse en realidad. Gracias maestro.